Cerro Quilapilun

En febrero del 2025 decidí hacerme un Instagram del proyecto Origen Americano, con el propósito de difundir, a través de fotografías y relatos breves, los sitios ancestrales que vaya visitando. A partir de esa iniciativa, pude hacer varios contactos y entre ellos el de Jimmy Cruz, un explorador del sector de Colina, que se encuentra a unos 35 kilómetros hacia el norte de Santiago. Nos pusimos en contacto y Jimmy me invitó a visitar algunos sitios alrededor del cerro Quilapilún (que en mapudungun significa tres orejas). 

El apu Quilapilun


El día sábado 1 de marzo viajé hacia Colina y llegué al sector de Quilapilún Alto, donde está el cerro. Me bajé del auto y allí estaba Jimmy esperándome en la casa de sus suegros. Me sentí muy bienvenido y salimos a hacer una excursión a los alrededores del cerro. Eran las 5 de la tarde y el sol pegaba fuerte, no obstante, nuestras ansias de explorar eran más grandes. Jimmy me contaba que había comenzado a investigar estos temas, desde que su suegro había construido su casa y encontraron un pedazo de madera petrificada. Luego conoció a un señor llamado Manuel Oyarce, quien le había mostrado varios sectores, diciendo que a pesar que estos sitios estaban despoblados, nunca estaban solos, por lo que había que pedir permiso, entrar con respeto y agradecer la visita. 


El maestro Manuel Oyarce 


Jimmy me mostró un sector de piedras tacitas de la cultura Aconcagua, me sorprendió que había sola una tacita por piedra, en comparación a los grandes bloques de roca con varias tacitas que he visitado en el norte chico. Estaban situadas alrededor de un río que se había secado producto de las faenas mineras que estaban en la alta cordillera.

Piedra tacita que apunta hacia el cerro Quilapilun


Luego nos dirigimos al cerro la Muerte, donde descansa un gran petroglifo en su ladera. El cerro está cubierto en el costado por grandes paneles de rocas. Al llegar allá me sorprendió el gran tamaño del dibujo que representa un puma. Las investigaciones señalan que pudo haber sido un observatorio astronómico, y que hay una cueva cercana, donde pudieron haber hecho ceremonias o haberse guarecido ante las inclemencias del clima. 

El petroglifo del puma del cerro La Muerte


Desde el cerro la Muerte se observa el cordón de Chacabuco, que separa a Colina de Los Andes, y que está coronado por un sector ancestral llamado el Morro del Diablo, donde se han encontrado restos Incas.

Acercamiento del petroglifo El Puma


Después fuimos a otro sector de piedras tacitas, ubicadas un poco más al norte del cerro Quilapilun. Antes de las piedras, se encuentra un taller lítico donde nos quedamos un rato mirando el suelo, apreciando la belleza del valle y la majestuosidad de las montañas que lo protegen. Las piedras tacitas me llamaron la atención porque son diferentes a las que había visto en el norte chico. La cultura Aconcagua hacía sus tacitas en rocas no tan lisas, las cuales además podían encontrarse en laderas de cerros, estando, por lo tanto, con un breve desnivel.

Piedras tacitas del valle de Colina


Jimmy me mostró una flauta china de madera, propia de la tradición Aconcagua, la cual era parte de las ceremonias de lo que hoy se llama Bailes Chinos. La tocó haciendo retumbar el sonido en los rincones extensos del valle. De a poco fui abriendo los ojos hacia la majestuosidad de la cultura Aconcagua que había habitado ancestralmente estos valles. Destaca su alfarería característica, las flautas de piedra, sus entierros en túmulos, entre otros.

Piedras tacitas de la cultura Aconcagua


Me dio nostalgia imaginar cómo los Aconcaguas fueron pereciendo producto de la colonización. Hay registros de petroglifos de contacto, que representan motivos españoles como cruces o personas a caballo. Los petroglifos se revelan como libros o códices de los antiguos pueblos que plasmaron en la eternidad de la piedra, lo que veían en su realidad.




Los Aconcaguas fueron colonizados primero por los Incas, pero sometidos brutalmente por los españoles, quienes desarticularon su organización social por medio de las encomiendas, repartiendo los poblados entre los encomenderos. Con esto fueron despojados de sus tierras y paulatinamente dejaron de lado sus costumbres y tradiciones. Hoy por hoy, quedan sus rastros imperecederos en las piedras y en el suelo, pero personas conscientes como Jimmy logran conectar con el legado espiritual dejado por los pueblos que lograron asentarse en los valles del Chile Central. 


El equipo explorador y atrás el cerro Quilapilun



                                                                           



Vistas del cerro Quilapilun


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