Piedras tacitas del cerro San Cristóbal

 


Piedras tacitas del cerro San Cristóbal

A fines del año pasado me enteré del descubrimiento de unas piedras tacitas en el cerro San Cristóbal, la noticia me interesó pero no me sorprendió, pues siempre he sabido del desarrollo cultural de los ancestros en el territorio de Santiago.

Representación de culturas indígenas en labores comunitarias alrededor de una piedra tacita (https://www.metro.cl/metroarte/piedras-tacitas)

Esperé hasta el 28 de enero del 2025 para conocer el sitio y le escribí a mi amigo Patricio Bustamante para contarle la noticia. Me sorprendió saber que Patricio conocía a Juan Carlos Arellano, quien realizó el hallazgo. Gracias a él pude contactarlo. Le escribí a Juan Carlos y, para mi agrado, quiso acompañarme al sitio. En la tarde de ese mismo día, lo pasé a buscar a su casa en Huechuraba y fuimos al lugar. 

Mientras íbamos en el auto, surcando caminos por las faldas de los cordones montañosos de Santiago norponiente, Juan Carlos me contó un resumen de sus investigaciones. Fui dándome cuenta que estaba frente a un estudioso del Chile profundo, un conocedor de los relatos no contados, de aquellas narraciones que palpitan en el territorio y que la historia oficial ha callado.

Piedras tacitas de cerro blanco (https://www.monumentos.gob.cl/monumentos/monumentos-arqueologicos/plazoleta-
piedras-tacitas)

Juan Carlos me contó que se había inspirado en la obra Mapocho incaico de Rubén Stehberg y Gonzalo Sotomayor, quienes habían descubierto que bajo la plaza de armas de Santiago, se encuentra un centro administrativo Inca, compuesto por una kancha (recinto) y un ushnu (plataforma).  Los estudios arqueoastronómicos posteriores indican que la plaza de armas de Santiago, estaba señalada por la primera sombra del amanecer del solsticio de invierno y verano, dada por el cerro Santa Lucía . 

Sector rocalloso donde están las tacitas del cerro San Cristóbal

Con aguda inteligencia, Juan Carlos intuyó que este tipo de coordenadas podrían estar en otras partes de Santiago, y así fue cómo se han encontrado vestigios de ocupaciones indígenas en las comunas de Renca y en Quilicura.


El 21 de septiembre del 2024, Juan Carlos, junto a un equipo de investigadores, buscaban un lugar desde donde apreciar el equinoccio de primavera. Subieron al cerro San Cristóbal, en la zona la Pirámide, y allí encontraron el sitio. Desde ese punto, estratégicamente se ven tanto los valles de Vitacura como de Huechuraba, separados por el rio Mapocho. Además, este sitio estaba señalado por el salto de agua que hicieron los Incas y que fue documentado por Pedro de Valdivia y María Graham, entre otros.


Dibujo del salto de agua de Huechuraba de Maria Graham (1822)

Al llegar al lugar me llamó la atención la formación rocallosa conformada por cuatro grandes peñascos en los cuales descansan las horadaciones de tacitas, que le dan un aura mística a las piedras. Al verlas se nota que fueron hechas en un período arcaico, dado que no están perfectamente acabadas como en otros lugares. 

Recorrimos la zona durante una hora aproximadamente, sintiendo la placidez que otorga el sitio, apreciando la belleza del registro, e intentando descifrar el significado de los orificios en las rocas. Sacamos algunas conclusiones, hacia el poniente destacamos la posición estratégica para visualizar el estado de la acequia que proviene del salto de agua, ver el camino del Inca que llegaba desde el norte, y lo que ocurría en el valle de Huechuraba. Hacia el oriente, se ve el valle de Vitacura, el cordón de cerros coronado por el Manquehue y la muralla de la cordillera donde destaca el cerro el Plomo. 

Una vez retirados del sitio, lo fui a dejar a un recinto deportivo, ubicado en las inmediaciones montañosas de Huechuraba, en una plácida conversación mientras mirábamos el valle de Santiago, Juan Carlos me comentó que los antiguos habitantes de este sector, no requerían hacer pirámides, ya que habrían instalado sus asentamientos en valles que tuvieran cerros que cumplían las mismas funciones. Me comentaba que las coordenadas arqueoastronómicas determinaban la ubicación de los poblados,, eligiendo lugares señalados por el juego de luces y sombras de los solsticios y equinoccios. 


La arqueoastronomía revela parte de la estructura de pensamiento de los antiguos habitantes, quienes, quizá, para encontrar un orden en el caos de la vida, necesitaban un equilibrio entre los sucesos de la tierra y el cielo para instalar sus poblados. Las coordenadas del sol y la luna formaron parte de su ontología, es decir de su mundo, el cual condensaba tanto los conocimientos racionales o proto científicos, como los espirituales. Estas acciones estaban ungidas por energías terrenales y cósmicas, lideradas por sacerdotes formados para ejercer el rol de autoridad, que era tanto político como religioso. 


Me fui con la esperanza de ir recuperando el conocimiento ancestral que los antiguos dejaron en el territorio. Un mundo que fue desapareciendo paulatinamente con las colonizaciones, pero que dejó huellas imborrables en el territorio sagrado del valle de Santiago.


Para mayor información pueden visitar los siguientes sitios:
  • https://www.youtube.com/watchv=x_hD7zpjsAM&ab_channel=SociedadChilenadeHistoriayGeograf%C3%ADa
  • https://www.metro.cl/noticias/metro-presenta-hallazgos-arqueologicos-encontrados-en-talleres-y-cocheras-de-l7-a-la-comunidad-de-renca 
  • https://historiasdehuechuraba.wordpress.com/hallazgo-de-quilicura/
  • https://historiasdehuechuraba.wordpress.com/2024/09/24/las-piedras-tacitas-del-portezuelo-del-collo-inca/)



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