Don Exequiel de Ovalle, Maestro de los Cuarzos y las Hierbas Medicinales

Publico la última entrada de la cuarta región de Coquimbo. Les dejo una crónica de Don Exequiel, un gran personaje de la región, que guarda secretos y un conocimiento único de estas tierras. Prontamente comenzamos a profundizar sobre otro territorio de este país.

Don Exequiel es un caballero que guarda un secreto confesable de las alturas y rincones secretos del valle del Limarí. Lo conocí en la feria de Tongoy hace más de 10 años, cuando imberbe la recorría para husmear chucherías y comprar algún que otro alimento nortino. Cuando vi su puesto por primera vez, me sorprendió lo rústica de sus piedras, cuarzos, hierbas medicinales, pero sobre todo el aura misteriosa que rodeaba sus tesoros. Se notaba que las había sacado con sus propias manos, diferenciándose rotundamente de la mayoría de los feriantes que compraban mercadería para revenderla a los turistas.

Junto a Don Exequiel, en las puertas de su hogar.

Cada año le compraba cuarzos, y debo confesar que gracias a él comencé mi colección inagotable de piedras, que atesoro en mi hogar y son el regalo a mis amigos preciados que valoran este tipo de joyas rústicas.

Me contaba que él mismo iba a las montañas de Ovalle a sacar cuarzos, de las minas de oro que quedaban abandonadas, obtenía preciados cristales que quedaban destruidos, pero algunos sobrevivían intactos.

Paisaje que acompaña a Don Exequiel.

Hace cuatro años que él dejó de ir a la feria de Tongoy y Guanaqueros, los locatarios no sabían nada del, incluso algunos pensaban que había muerto.  Pero este año (en febrero del 2017) lo encontré en Ovalle, estaba instalado en un quiosco en la calle, estaba como siempre sentado frente a sus piedras y hierbas medicinales, rodeado de sus amigos. Estaba más canoso, al principio no lo reconocí, pero después mi certeza fue indudable.

Cuarzos y cuarzos.


Entablé una conversación con él y me contó que ya no iba a la feria de Tongoy, que se había puesto flojo, debido a que no quería llevar la carga pesada de piedras desde Ovalle hacia la costa. Tampoco había visitado los cerros de antaño, por la misma razón.  Pero en Ovalle mostraba con orgullo sus tesoros.

Un cristal de cuarzo nortino.

En el puesto de no tenía muchos objetos, así que fuimos a su casa a buscar las piedras. Se estaba dedicando mucho más a la hierbatería y le iba mucho mejor, ya que me dijo que la gente de Ovalle no compra piedras, busca medicinas.

Cactus florecido.

En su casa tenía dos bodegas donde almacenaba sacos de rocas y plantas secas. Fue impresionante ver tanta piedra empolvada, y él contando historias, nombres y propiedades de cada una de ellas. Para mi eran todas parecidas a simple vista, pero su descripción revelaba un conocimiento que solamente comparten aquellos que aman lo que hacen. Le compré lo que andaba buscando y lo fui a dejar a su puesto en el centro.

Algunas piedras en sus bodegas.

Ahora guardo mis tesoros como si yo los hubiera sacado de las montañas, me imaginaba a Don Exequiel místico caminando humildemente, descubriendo joyas de la tierra y nutriéndose del fuerte sol del valle de Limarí. Un hombre sabio que encuentra valor en objetos naturales, donde la mayoría no lo ve, personas como Exequiel debieran ser los maestros del futuro, para aquellos que aún no olvidan la poesía que se esconde en las ferias y en los rostros de los que regalan trozos de su corazón.

Un trozo de meteorito, encontrado en las altas montañas.

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