Illapel, La Gente de la Pluma de Oro.
Y así fue como llegamos a Illapel,
buscando los orígenes de este continente, nos encontramos frente a pueblos
diversos, secos del norte y verdes en el sur, húmedos y alegres con miradas
joviales llenas de candor y secretos, enigmas e historias que rodean su
atmósfera. Se siente estar en Chile, con sus personajes típicos y pícaros
borrachos, de musas jóvenes y artistas bohemios.
Mural de la plaza de Illapel.
Bueno, llegamos a Illapel, una
tierra lejana, donde uno ni siquiera pasa en un destino común desde Santiago al
norte. El letrero que dice “Illapel y Salamanca”, parecería ser lugar de
personas que van a visitar familiares, o algún bus universitario que viaja por
un trabajo de verano, pero nosotros no, después de conocer la historia del
continente, Illapel parece un sitio atractivo, precisamente por eso, porque no
está dentro de los turísticos destinos típicos del neoliberalismo y su
compulsiva construcción de identidad basada en la diversión veraniega costera.
Llegamos acá para visitar
petroglifos, es así, acá estamos visitando las rocas dibujadas por los antiguos
pueblos, que dicen que fueron diaguitas, incas, mapuche, en fin, no sabemos
quienes fueron, sólo que persistían en dibujar rústicos monos en las piedras,
que esconden un conocimiento que algunos podrán apreciar.
Petroglifo mostrado por Nino Torrijo.
En Illapel hace mucho calor,
tanto que quisimos ir a buscar una piscina. Fuimos a una que nos recomendó la
dueña del hostal, y cuando llegamos nos encontramos con que estaba cerrada hace
varios años. Nos devolvimos caminando y divisamos enormes cáctus San Pedro que
protegían el antejardín de una casa. Me acerqué a sacarle fotos y salió el
dueño que resultó ser Mauricio Torrijo. Mientras conversábamos con él, nos
contó que su hermano Nino Torrijo, tenía una empresa de turismo y que conocía
sitios de petroglifos y senderos en las montañas.
Cáctus San Pedro de Mauricio Torrijo.
Nos contactamos con Nino, quien
resultó ser una persona muy generosa, que nos dio muchos datos de la zona, nos
llevó a visitar petroglifos y nos recomendó especialmente que visitáramos a Don
Felix, que vive en lo alto del sector de Los Perales, que queda como a 1 hora
hacia la cordillera de Illapel. Don Felix es dueño de un amplio terreno en la
montaña donde tiene la mayor concentración de petroglifos que he visto.
Don Felix mostrando cerámicas encontradas en su campo.
Conocimos a Don Felix, su señora
Felicia, a dos de sus hijas y su hierno Juan. Son personas maravillosas, que
han emprendido un negocio familiar turístico, donde organizan tures y comidas
típicas de la zona del valle de Illapel. Él tiene un terreno donde alberga
cientos y cientos de petroglifos. El sitio es alucinante, contiene muchas
piedras dibujadas con motivos diversos, donde poco se ha estudiado y representa
un lugar de alta investigación para especialistas.
Petroglifos con insinuaciones hacia el espíritu del puma.
Es una maravilla no divulgada,
fue un privilegio estar allí y conversar con ellos. Estuvimos largas noches
tomando té con agua de vertiente, donde nos contaron que se hicieron dueños de
los terrenos, gracias a la reforma agraria de Frei y Allende. En los años 60,
los comuneros se organizaron y expropiaron el terreno de un tal Irarrázaval. No
albergan buenos recuerdos de él. Comentaban que el patrón tenía tratos abusivos y
esclavizantes con los campesinos, quienes vivían hacinados, tenían poca ropa y
trabajaban junto a toda su familia para él, quien vivía en una hacienda grande
y tenía más de 12 hijos.
Petroglifos que sugiere elementos antropozoomorfos de origen chamánico.
Don Felix siente que es
descendiente directo de los taitas
indios, como él los llamó, cuando nos tomábamos un café en su mesa. Si bien
no se considera diaguitas a secas, si creen y es obvio señalarlo, que ellos son
los parientes más cercanos de los indios antiguos. Y lo sienten con orgullo,
cuidan sus petroglifos como si fueran el legado de sus antepasados.
Petroglifos con iconografía diaguita- inca.
Ha pasado mucha historia por esos
lares, los indígenas antiguos son las leyendas en un río de muchos rápidos. Y
encontramos a los diaguitas actuales, pero lo más curioso es que no se sienten
exactamente diaguitas, sino que son chilenos campesinos, con un origen
ancestral. Los diaguitas perdieron casi todo, su lengua, sus rituales, su
cultura, sus fechas calendáricas, su historia, sus héroes, pero aún quedan
ellos. Continuando estilos de vida ancestral, ahora hacen queso de cabra, cosechan
nueces, preparan sus vinos y mermeladas, como un estilo de vida que ahora es
azotado por la sequía que amenaza con acabar la vida en la zona. Las
actividades productivas artesanales, no alcanzan para dar de subsistencia al
estilo de vida moderno, donde los hijos van a las ciudades a estudiar y los
padres quedan solos en las tierras.
Llegamos a encontrar petroglifos,
pero encontramos mucho más. El espíritu de estos valles se nota en el hablar de
su gente, en las miradas desbordadas de amor por su tierra, y en el deseo
generoso de mostrar lo suyo, de ensalzar lo propio, de mostrar el autoestima
cultural de estos rincones, donde las hierbas, los ríos, las montañas, las
piedras, hablan y vaya que hablan, sólo hay que detenerse un poco y escuchar,
si, cerrar los ojos y dejarse llevar por las leyendas, que aún palpitan en
estas cordilleras sagradas, que fueron y aún siguen pobladas por la gente de
plumas doradas.
Petroglifo con sugerentes orientaciones astronómicas.
Buen trabajo querido amigo
ResponderEliminarGracias Amigo
EliminarBUEN TRABAJO AMIGOS!
ResponderEliminarGracias, espero lo hayan disfrutado
EliminarMi familia también es de ese mismo sector. Tengo muchas fotos de unos sitios cerca de ahí que también está repletos de petroglifos muy mágicos. Además se han encontrado osamentas indígenas
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