Descubriendo el Valle de las Tacitas


“Descubrir un valle tiene muchos sentidos contrapuestos. El viento usual que se transforma en vocales llenas de significados, árboles del paisaje se transforman en sendos senderos y señales que indican un camino”.
Clemón Pichasca

En una quebrada cercana a la playa Socos de la 4° región, entre el recinto Puerto Velero y Tongoy, se encuentra un valle sagrado de tacitas de hace 3000 años AC. Schiappaccase y Niemeyer en 1965 recorrieron el sector, e identificaron un sendero de piedras tacitas, que bordeaban un río seco. 



Las tacitas son horadaciones en tableros de rocas, realizados para diversos usos. Fueron morteros para semillas y alimentos. En el Valle del Encanto (Ovalle), se habrían descubiertos restos de cebil, un alucinógeno de la zona centro sur hacia Argentina, transportado desde tiempos inmemoriales, siendo su uso masificado para la cultura Tiwanaku, cuyo asentamiento místico habría estado en el actual San Pedro de Atacama. Otros han identificado mapas estelares, donde en determinadas fechas se reflejarían constelaciones.



Muchos de estos sitios son considerados sagrados. Al menos en lugares donde las culturas indígenas se encuentran vivas (trascendiendo el paso del tiempo), aún veneran estos sectores, donde sus antepasados habrían realizado ofrendas y rituales para agradecer al dios de la comunidad, pedir buenas cosechas y alimentos para los años venideros.



Chile es un país especial en este aspecto, cuyos orígenes étnicos se encuentran muy tapados bajo la alfombra modernizadora. En nuestro país, pocos registros han quedado de aquellas culturas que habitaron los antiguos sectores, me refiero principalmente a la 4° región, donde los Diaguitas son una leyenda de pueblos extintos. Ni hablar de la Región Metropolitana, donde la cultura Aconcagua, no es más que una sombra en los libros de historia.


A pesar del olvido cultural, y el despojo de los monumentos y secretos de los sitios -por parte de las corrientes modernizadoras- estos aún conservan una magia especial, que llama secretamente a recorrerlos, a descubrir ocultos senderos a los ojos condicionados por las pantallas urbanas, quienes podrán tener una experiencia de re-conexión, con aquellos objetos y caminos elaborados por los antepasados de estas tierras.  

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