Los Yanakonas de Chena


A 40 minutos de Santiago, se encuentra una serie de cerros que albergaron uno de los más importantes Pukaras de los Incas, la famosa Waca de Chena. En su momento glorioso, los Incas junto con sus aliados Diaguitas, gobernaron el valle desde el cerro Chena, donde tenían control y vigilancia de los territorios de cultivo, casas y otros cerros sagrados. 


El Cerro Chena fue ocupado anteriormente por otros grupos nativos del actual Chile, pero con la llegada del Inca, estos grupos fueron desplazados a cargo de los Mitimaes o colonos Incas, quienes dirigían las labores y cobraban el tributo al Inca, quien estaba en el Cusco, la mítica ciudad de Oro, que se encontraba en el ombligo del mundo para los habitantes del Tawantinsuyu. Desde la Waca, se organizaron las expediciones hacia el Sur, donde pretendían acabar con la resistencia del Mapuche, no obstante nunca pudieron vencer a los grandes guerreros, que se llamaban a si mismos Gente de la Tierra.

El Cusco gobernaba desde la distancia, los pueblos del extremo austral no fueron tan organizados como el Inca, quienes subyugaban con facilidad los pueblos nómades, cazadores y recolectores de la estrecha franja que después se llamó Chile.



El Inca, gracias a las audacias y ambiciones de Túpac Yupanqui, expandió las fronteras del Tawantinsuyu, llegando hasta el río Maule, dado que allí se encontraron con la más feroz resistencia Mapuche, el pueblo guerrero más fuerte de todo el territorio americano.

Con el asesinato de Atahualpa en Cajamarca (selva peruana) a manos de Almagro y la llegada del español Pedro de Valdivia, todos los pueblos subyugados fueron cayendo progresiva e inevitablemente. Los españoles llamaron despectivamente “Yanakonas” a los esclavos indígenas que tomaban en el camino. Los Yanas fueron inicialmente los esclavos que los Incas apresaban, pero con la llegada del invasor ibérico, todos, incluido el Inca fueron Yanakonas.

El Yanakona no tenía muchas posibilidades, se sometía o moría, ya que el español había demostrado su notable superioridad en la guerra, la tortura y el autoritarismo invalidante de todo derecho. No obstante, el pueblo Mapuche consideró traidor al Yanakona, ya que fueron pueblos sometidos que perdieron la batalla y trabajaban para el dominante barbado. El Yanakona se transformó en el marginado, quizás el primer excluido de América, ya que después de la “Independencia de América”, los indígenas continuaron posicionados en la inferioridad de la escala social, sometidos a trabajos duros, y malas retribuciones. La Waka de Chena perdió su hegemonía y fue abandonada, quedando las piedras derruidas por el cerro,  dejando un rastro de soledad, pérdida y desesperanza en los antiguos reinantes del extremo sur del continente.



Ahora el cerro mantiene su bella posición, no obstante el nivel de deterioro del sitio arqueológico es notorio, hay piedras rayadas, los carteles están descuidados, suben muchas motos que estropean el suelo ancestral. Es evidente la falta de cuidado, lo que expresa la poca cultura de protección y apreciación de los sitios arqueológicos en Chile.

Para conocer el pasado se necesita observar el presente. Debió ser tan fuerte la colonización, que no quedó más que tristeza y soledad en los sitios que antes fueron poderosos. La muerte y la nada se apoderó de los pueblos, quienes subyugados en las faenas esclavizantes, fueron olvidando su cultura, ritos y creencias, dejándolas en el olvido, en lo más oscuro de las lágrimas derramadas.

Los Yanakonas se mimetizaron con las costumbres traídas del “nuevo mundo”, se avergonzaron de su origen. Cada día de olvido, cada segundo de vergüenza, fue aumentando su sentimiento de derrota y fue dándole la razón al español, quien cimentaba su cultura matando y aniquilando todo vestigio de lo natural americano, de las raíces de las tierras que les habían brindado todo.

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