Tayronas Eternos, hijos del dolor de la Sierra Nevada

Mientras visitaba el Parque Nacional Tayrona, cercano a la ciudad de Santa Marta, Colombia. Escribí el siguiente poema, dedicado a los indígenas Tayronas, antiguos guerreros y sacerdotes que habitaban en completa armonía con el entorno caribeño. Lamentablemente, fueron eliminados en uno de los tantos genocidios ocurridos en nuestra aguerrida y triste América.

1.- Hijos del Dolor


Poema dedicado a los Tayronas, pueblo indígena exterminado por los invasores españoles por el año 1600.

Ya llevamos 4 días huyendo como ratas escondidas, somos diestros en la pesca, pero ellos no tienen recelo en disparar, el rayo del arcabuz, en los corazones de nuestros niños….

Los Mamos nos dijeron que extraños barcos vendrían del infierno del otro mar, teñirían de rojo nuestros ríos cristalinos, que nuestra tierra se pintaría de negro y que los dioses se irían de nuestros templos...

Y así fue como sucedió…

Pero mi pueblo renacerá fortalecido, los rayos del sol entrarán por sus pupilas enrojecidas, y echarán al invasor infame. Las serpientes celestiales colapsarán el espacio infinito de la selva femenina y juntos empuñaremos los cuchillos, levantando el honor de nuestro pueblo enardecido.


Y no volveremos a ser esclavos del destino, no volveremos a enmudecer humillados, ni las ranas de nuestra selva opacarán su canto cósmico.

Las estrellas renacerán en nuestros corazones, y nuestros hijos volverán a correr confiados por nuestras praderas. Renaceremos de las rocas, donde nuestros espíritus yacen cautelosos, y nuestros hijos saldrán de las raíces de los grandes árboles.

Nuestros chamanes reaparecerán en un día de tormenta, con el rayo que queme el árbol del pasado y se erguirá con su corona de plumas en el templo de nuestros corazones alados.

Nuestras mujeres estarán esperándonos en el río, y contentas abrazarán la dicha de la hierba, y elevarán el esplendor de nuestras cerámicas espirituales.

Pero la muerte ha llegado en barcos negros, donde caballos del infierno vociferan en una lengua de carbón. Hilarantes miradas de furia sin sentido y almas holgazanes de tempestades y odio, han llegado a nuestras playas celestes de arenas puras como los ojos de mi esposa.

No hemos podido vencerlos y han comenzado a derribar las olas de nuestra cultura, violando la historia de nuestras piedras y quemando las raíces de nuestros úteros cálidos.

Hemos caído por el acantilado que mi padre me enseño a saltar, hemos sido quemados por el rayo que nos dio fuego, hemos sido mordidos por el murciélago del infierno, y ahora padecemos en la balsa tortuosa que un español construyó, para que la traición de los dioses nos devorara.

Nuestro dolor pétreo, se enraizará en nuestra tierra, el fango venenoso será el vehículo de nuestras almas torturadas, las fuertes olas de este mar caliente resonarán en la noche con la energía de nuestro odio.

Nuestro mar no se calmará, hasta que se lleve el doble de las vidas que se le han quitado a mi pueblo.
Los nuevos caminantes sentirán el júbilo de nuestro esplendor y también la llama que un día se apagó, y trajo la eterna oscuridad a los hijos de mis hijos. De aquellos hijos lejanos, que tendrán que soportar la humillación de ser tratados como esclavos, por quienes vinieron a destruir la piedra de nuestra sangre.
Cuando el corazón se transformó en piedra,
Cuando el rayo se transformó en agua,
Cuando la lluvia se transformó en fuego,
Cuando la mano se convirtió en bala,
Cuando la mirada se transformó en muerte,
Cuando mi rostro se convirtió en terror,
Cuando la sangre se transformó en tierra,
Cuando el chamán se transformó en aire,
Cuando el cacique se transformó en carne,
Allí morí, mi pueblo murió.

Pero un día de estrellas azuladas, de cangrejos dorados y serpientes aladas, volveremos y llegaremos desde el cielo y renaceremos desde ocultos túneles debajo de la tierra.

Llegaremos en extrañas naves celestiales y las ranas croarán con entusiasmo olímpico nuestro regreso, la selva espesa, se abrirá orgullosa del retorno de sus hijos vencidos y nuestras ciudades ya no serán ruinas, serán casas donde mis hijos saldrán a jugar confiados y tranquilos.

Y tus ojos de luciérnaga juguetona, brillarán sigilosos en la noche de nuestro regreso armónico, tu alma florar se transformará en jaguar furioso y correrás veloz e intrépida por la selva de nuestro cielo. Cazarás de un mordisco sensato y certero el cuello de un inocente sajín, y te transformarás en búho nocturno y volarás hasta el fondo del mar silencioso, penetrando las llamas fugaces de rocas encendidas y cuidadas por ardillas rojas y veloces como el tiburón de la poesía de nuestra historia.

Verás a los dioses reunidos en su redonda mesa, donde la oscuridad transformada en dualidad, se esfumará gloriosa por la brillantes del universo, y podrás ver a través de la ventana que construí para ti y ahí estarás tranquila amaneciendo de la oculta pesadilla a la que un día despertaste y podrás soñar con el rayo del entendimiento.

Te bañarás desnuda bajo la lluvia del perdón. Irás al norte de la compasión que está bajo el monte, donde el volcán, ya hizo la erupción donde todo acabó y donde todo volvió a empezar.
Caminarás raudo y descalzo permitiendo que nuestro espíritu penetre furioso por tus pies desafiantes, y saltarás, sin sollozos, las víboras que esperan tu descuido. Pero no caerás, ya partiste tu tronco en batallas de fuego y metal, ya quebraste tu columna vertebral en horizontes sin fractal, ya desvaneciste tu mirada de oleaje en desiertos de sal y veneno.

Ahora abrirás tus ojos de serpiente, en pastos de virginidad dichosa y correrás con ánimo de venado, recorriendo selvas de dioses y cemento verde, sellando tu renacimiento americano, esculpiendo estatuas de sabiduría y vientos de huracanes pletóricos de filosofía de los ciclos y los nichos poéticos de la belleza eterna.

Renacerá el amor de los ríos hacia las vertientes fieles de carnes tiernas. Los cantos de las sirenas expectantes, moverán los danzantes alegres hacia el sol de nuestra bienvenida y volverá la luz que equilibre la muerte de tu mirada furtiva.

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