El Hombre Iguana Abre las Puertas Oscuras del Subsuelo

uaca de la Luna (Mochicas)

Los Mochicas o Moches, fueron una gran civilización pre inca, que vivieron en la costa norte del Perú entre los 100 y 700 años después de Cristo. Tuvieron un gran desarrollo de la construcción, cerámica, metalurgia y orfebrería. Causan mucho interés los dibujos realizados en sus cerámicas, dónde graficaban sus ritos y su enriquecida cosmovisión.



Los Moches realizaban muchos sacrificios humanos, en los cuales cortaban la cabeza de los guerreros vencidos, en honor al Dios Ayapuec. Cuando un guerrero iba a ser sacrificado, le daban una dosis del cáctus San Pedro, para preparlo para su muerte.

La Huaca de la Luna, te transmite el terror y devoción que los Moches tenían hacia su gran Dios decapitador Ayapuec, este Dios está dibujado en los muros y mira con unos ojos terroríficos que espantan. El era omnisciente y castigaba a los perdedores, cortándoles la cabeza. Es extraño decirlo, pero se siente que los Mochicas eran un pueblo bastante surreal y psicodélico.


El Dios Ayapuec

Estando en la Huaca, me inspiré y escribí el siguiente poema:

El Hombre Iguana Abre las Puertas Oscuras del Subsuelo

Me había preparado toda mi vida para este momento
Junto a mis hermanos luchábamos siendo niños
Porque Ayapuec nos podría llamar en cualquier momento
Y tendríamos que luchar para demostrar nuestro valor,
Muchos vecinos habían muerto bajo el cerro blanco
Habían perdido la batalla y el sacerdote había ofrendado
Sus cabezas al Dios.

Pero no teníamos miedo, mucha valentía acompañaba
Nuestros entrenamientos, queríamos ser mejores
Y marchar gloriosos por la Huaca de la Luna.


Pero una noche fui llamado por el gran círculo
Me habían visto y querían medir mi poder
Me sacaron de mi cama y me llevaron al centro de lucha
Donde me esperaba otro gran guerrero
No era de mi pueblo, pero tenía una mirada decidida
Los danzantes estaban alrededor nuestro,
Formaban un círculo
Al son de los tambores de lucha
Los sacerdotes y los generales de la guerra estaban mirándonos
Instándonos a pelear sin piedad.

No sentía nada, el fuego dejó de calentar
Solo sentía mi corazón palpitante,
Los cantos dejaron de escucharse
Así como el llanto de mi madre,
Y solo estaba yo y mi enemigo.
Nos afrentamos en una fuerte lucha
De golpes, patadas y fuerza bruta,
El combate duró horas y horas
Y no sabíamos cual iba a ganar
Pero mis fuerzas se comenzaron a ir de a poco
Fui perdiendo las esperanzas y en mi mente veía
Los ojos de Ayapuec que me apuntaba
Y vi el fatal golpe de puño en mi sien
Con el rostro del anunciador de la muerte
Clavado en mi rostro.

Ahora estoy aquí,
Atado como un perdedor
Frente a la roca sagrada
Soy la humillación del pueblo, me abuchean, me zamarrean


Soy lo que nadie quiere ser, pero luché
Nadie me podrá quitar mi dignidad,
Mi cabeza será cortada por el Dios
Pero me entregaré con fuerza y devoción
El me ha llamado y me necesita
Lo veo, está acá junto a mí,
Me abraza, me quiere y me muestra su cuchillo
Me entrego por amor, acepto mi destino
El hombre Iguana abre las puertas oscuras del subsuelo
Allí está mi padre, su cabeza aún rueda
Por
El
Cerro
Blanco
Ya no soy yo….


Comentarios

  1. Conmovió hasta el último hueso...poeta de la vida y de la muerte...la emoción aflora una vez más.

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